Cuéntales cómo te sentiste la primera vez que te miró; cuando de vuestros ojos saltaron chispas a causa del fuego que empezaba a arder en tu corazón, cuando su mirada atravesó tu piel y te desnudó el alma.
Diles qué fue lo primero que pasó por tu mente cuando rozó tu mano, aparentemente sin querer, cuando el estómago se te encogió y el corazón te dio un vuelco.
Confiesa que, hasta el momento de conocerle, nunca te habías visto con el valor suficiente para afrontar tus sentimientos, y que jamás nadie pintó una sonrisa tan grande y tan sincera como la que él te ayudó a dibujar día tras día en tu rostro.
Si quieres, explícales también que por las noches te acompaña en tus sueños y que, por las mañanas, le echas de menos aun sin dejar de pensarle.
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