Algunos días el corazón debería ser más prescindible, algo que te puedes sacar del pecho y guardar en un cajón. Lamentablemente, esos días igual que el resto, lo necesitamos. Dependemos de un ritmo cardiaco que no para, que es constante, y que nos punza a cada latido. Somos todo corazón, y quien pretenda arrancárselo morirá en el intento. No somos máquinas, somos personas... cúmulos de sentimientos contradictorios que un día nos hacen felices y al siguiente tiran a matar. No podemos quitarnos el corazón y permanecer inertes hasta que cesen los vendavales. Al contrario, no nos queda otra que tomar aire y sentir. Sentir para bien y para mal.
Sentir, latir, al fin y al cabo vivir.
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